domingo, 11 de diciembre de 2016

Estate, Señor, conmigo


Estate, Señor, conmigo,
siempre, sin jamás partirte, 
y cuando decidas irte, 
llévame, Señor, contigo;
porque el pensar que te irás 
me causa un terrible miedo
de si yo sin ti me quedo,
de si tú sin te vas.

Llévame, en tu compañía, 
donde tú vayas, Jesús,
porque bien se que eres tú 
la vida del alma mía;
si tú vida no me das,
yo que vivir no puedo,
ni si yo sin ti me quedo,
ni si tú sin mí te vas.

Por eso, más que a la muerte, 
temo, Señor, tu partida,
y quiero perder la vida 
mil veces más que perderte;
pues la inmortal que tú das, 
se que alcanzarla no puedo,
cuando yo sin ti me quedo,
cuando tú sin mi te vas.

Amén

(Liturgia de las Horas, Laudes, 
martes IV Semana del Salterio)





Por el dolor creyente que brota del pecado


Por el dolor creyente que brota del pecado,
por no haberte querido de todo corazón, 
por haberte, Dios mío, tantas veces negado,
con súplicas te pido, de rodillas, perdón.

Por haberte perdido, por no haberte encontrado,
porque es como un desierto nevado mi oración;
porque es como una hiedra sobre el árbol cortado,
el recuerdo que brota cargado de ilusión.

Porque es como la hiedra, déjame que te abrace,
primero amargamente, lleno de flor después,
y que a ti, viejo tronco, poco a poco me enlace,
y que mi vieja sombra se derrame a tus pies.

      (Liturgia de las Horas de los Fieles, Oración de Laudes
Viernes IV Semana - Tiempo ordinario)